img

¿Una nalgada a tiempo?

June 11, 20253 min read

¿Una nalgada a tiempo educa… o daña?

Seguro has escuchado más de una vez esta frase que ha pasado de generación en generación: “Una nalgada a tiempo evita muchos problemas después”. Se ha convertido en una especie de lema que muchas familias repiten para justificar el uso del castigo físico como una forma válida de corregir a los hijos.

Durante décadas, esta práctica no solo fue aceptada, sino también promovida —incluso por algunos profesionales de la psicología— como una forma de criar “niños bien educados”, obedientes y bajo control. Quienes no recurrían al golpe eran juzgados como padres permisivos o “blanditos”, incapaces de poner límites.

Pero los tiempos han cambiado. Hoy somos más los padres y madres que nos cuestionamos estas prácticas. Hablamos de crianza respetuosa, de límites con amor, de conexión en lugar de miedo. Y sin embargo, en la intimidad del hogar, en esos momentos en los que todo nos rebasa y sentimos que ya no podemos más, muchas familias aún piensan —y a veces actúan— como si una nalgada fuera la única salida.

Tal vez ya no se ve bien hacerlo en público, tal vez ya no lo presumimos como antes, pero sigue estando ahí, en el repertorio oculto de herramientas de crianza.

Y es justo por eso que quiero invitarte a una reflexión honesta. Sin juicios. No para señalar con el dedo a quienes lo han hecho, sino para preguntarnos de verdad:

¿Una nalgada a tiempo educa… o daña?

8 Reasons

Empecemos por lo básico: ¿qué le enseñamos realmente?

Imagina esta escena. Estás en el parque, observando a tu hijo o hija jugar felizmente. De pronto, otro niño más pequeño se sube a la misma resbaladilla y, en el furor del juego, tu peque, con toda la prisa del mundo por volver a deslizarse, empuja al otro niño. El pequeño cae, y su madre, molesta, se acerca a tu hijo y le da una palmada en el trasero para "enseñarle" que eso no se hace.

¿Cómo te sentirías?

¿Aceptarías que alguien más use el castigo físico como una forma de educar a tu hijo?
¿No te parecería injusto, invasivo, incluso violento?

Entonces, si no nos parece correcto cuando lo hace otro adulto, ¿por qué sí lo justificamos cuando lo hacemos nosotros?

El mensaje detrás del golpe

Cuando damos una nalgada, aunque sea “ligera”, el mensaje no es que eso estuvo mal. El mensaje real es que, cuando alguien se equivoca, se le puede pegar. Que el más fuerte tiene derecho a imponer su poder. Que está bien corregir desde el miedo y no desde la comprensión. Y aunque no lo digamos con palabras, el cuerpo del niño lo graba.

El problema no es solo el golpe. Es lo que se rompe entre nosotros: la confianza, la seguridad, la conexión.

¿Y entonces qué hacemos cuando se portan mal?

Educar sin violencia no significa permitirlo todo. No se trata de criar niños sin límites, sino de enseñar con firmeza y respeto. De buscar entender qué hay detrás de una conducta. De acompañar sus emociones, incluso las más intensas, sin perder el control del adulto que guía y sostiene.

Sabemos que no siempre es fácil. Nadie dijo que criar sería sencillo. Pero vale la pena.

Porque nuestros hijos no necesitan que los golpeemos para aprender. Necesitan adultos que los escuchen, los contengan y les enseñen —con el ejemplo— cómo resolver los conflictos sin recurrir a la violencia.

Una invitación a repensarlo

Este no es un texto para culpar ni para señalar. Es una invitación a mirar hacia dentro, a cuestionar lo aprendido, a tomar lo que sí funciona y soltar lo que ya no. Porque tal vez, en el fondo, ya sabes que una nalgada no educa. Solo lastima.

Y tú no quieres educar desde el miedo. Quieres criar desde el amor.

Back to Blog